Esta espectacular danza es admirada en el país y en el extranjero por su vistosidad y alto grado de dificultad. Cuatro danzantes ascienden a lo alto de un altísimo mástil y se dejan caer atados de los pies a unas cuerdas atadas y enrolladas al poste de modo que al caer, éstos giran hasta llegar al suelo. En la punta del mástil, un quinto danzante tañe la flauta y el tamborcillo durante todo el desarrollo de la danza.
Esta danza tiene detrás de sí más que un escalofriante espectáculo; es un verdadero ritual que requiere de una gran preparación tanto física como espiritual de parte del los danzantes. Es de notar que si algún accidente ocurriese, se atribuiría a la mala preparación y poca fe del desafortunado danzante que caería irremisiblemente de una altura de hasta treinta metros.
El acto de “sembrar” el mástil comienza con la elección del árbol de tronco adecuado de parte de los hombres (las mujeres tienen vetada la participación en todo momento, pues la presencia femenina se considera de mal agüero). El tronco es derribado con cuidado, limpiado y transportado al lugar del rito.
Previamente se cava un hoyo en el suelo, y antes de instalar el mástil se acostumbra “alimentar” el hoyo con aguardiente y la carne y sangre de cinco gallinas que se arrojan vivas antes de “sembrar” el palo. Se piensa que ésto apaciguará el apetito del mástil por los cuerpos de los danzantes. En la parte superior se fija un bastidor cuadrado y horizontal; las cuerdas colgantes se enrollan de modo tal que los voladores giren cada uno exactamente trece veces antes de tocar tierra.
La posición que ocupa cada danzante también tiene significado: el danzante- músico mira al oriente y representa al universo, el fuego y el principio de la vida. El danzante que mira al norte representa a Quetzalcóatl, la luz, la vida y la alegría; Otro danzante mira a su vez hacia el oriente representando al ave Tezcatlipoca, la zona de la vida, la fertilidad femenina y del mundo. El danzante que mira al sur representa a Coatlicue, la muerte y la frialdad, el danzante que mira al Poniente representa a Huitzilopochtli.
Las trece vueltas realizadas por cada danzante se suman dando un total de cincuenta y dos, justo el número de años de que constaba el “siglo” prehispánico.
Vestuario: Los cinco danzantes visten camisas blancas adornadas con cintas blancas, calzón amplio color carmesí, de estilo español; tocados cónicos adornados con pequeños espejos.
El origen de esta danza se remonta a tiempos inmemoriales; afortunadamente ha trascendido el tiempo hasta nuestros días, siendo actualmente admirada por propios y extraños como una de las danzas más vistosas de México.
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