sábado, 25 de agosto de 2012

HUEHUETLATOLLI (Palabra antigüa)


EXHORTACIÓN E INSTRUCCIÓN A LAS HIJAS

Estás aquí, collar mío, plumaje fino mío, criatura mía, hija mía: prueba de la fuerza viril, de mi sangre y de mi linaje. Óyeme pues ahora y acoge lo que te diga:
Has nacido, has llegado a la vida, que te envía acá nuestro señor el creador de los hombres.
Y ya vas viendo cómo son las cosas y qué sentido tienen:
No hay placer, no hay alegría; se sufre y se tienen penas; hay cansancio, hay agotamiento y de ahí el dolor brota.
Sí, oye ahora:
Lugar penoso es la tierra, sitio que al hombre hace llorar; que le amarga las entrañas y hace amargo todo cuanto saborea: agua helada, viento helado por todas partes se derraman.
Y sobre nosotros cae muy de veras calor, viento. Y hay hambre y hay sed.
Es en suma eso así.
Óyeme pues, hija mía:
La tierra no es sitio de dicha: no hay en ella alegría, no hay felicidad.
Suelen decir que es lugar de alegría con pena y de dicha con dolor.
Decían antaño los viejos:
Para que no siempre anduviéramos llorando, para que no siempre estuviéramos tristes, nos dio el señor: la risa, el sueño, el sustento, nuestra fuerza y nuestro brío y aquel dulce placer de la carne con que se propagan los hombres.
Todo eso alivia la vida en la tierra, con que no andemos llorando.
Y aun cuando eso es así, aunque en esta manera se mantiene el mundo, ¿por eso vamos a estar oyendo sólo, vamos a tener miedo, a andar llorando?
Es uno lo que es: rey, jefe de guerra, persona que rige, que tiene rango, que se llega a Águila y Tigre, y ésa es la vida de la tierra y nadie anda intentando la muerte. Todo es afán, contienda, trabajo. Se busca mujer, o se busca marido.
Pues siendo esto así, hija mía, favor de oírme:
Aquí está tu madre y señora: de sus entrañas y de su seno te desgarraste y desprendiste; cual si fueras una hierbecita, como si fueras una plantita, de ella has brotado y has florecido: es como si estando dormida, hubieras despertado.
Ve, pues: oye, entiende: esa es la vida humana.
No vivas vida vana, no vivas sin cordura, no andes por lugares inciertos.
¿Cómo habrás de vivir? ¿Cómo habrás de seguir por breve tiempo el camino de la vida? Hijita mía, pequeñita mía, tortolita mía: se dice que la vida es lugar de conflictos, de espantos, de temores.
Ten entendido que procedes de gente de valía; de gente de prosapia eres brote: fruto y resultado de nuestros viejos señores. Esos reyes y amos que se fueron y allá en la lejana región de la muerte están en hilera; los que vinieron a tener el solio y el trono; los que vinieron a dar nombre y fama a la nobleza.
No te envilezcas, no te abajes al nivel de la plebe: debes vivir en trato y compañía de las personas, aunque seas una pobrecita mujer.


Aquí están tus deberes:
Todo día y toda noche da culto a los dioses. Suspira muchas veces al que es Noche y Viento. Ruégale, clama a él, tiende hacia él tus manos.
Especialmente cuando te levantas, cuando te acuestas: y no hagas del sueño tus delicias.
Mantente despierta y echa un salto de la cama cuando media la noche: con tus codos, con tus rodillas recorre el suelo: alza hacia el dios tu cuello y tu cabeza.
Clama, eleva tu voz al que es nuestro dueño, el que es Noche y Viento. El se place en oírte de noche y gusta de hacer mercedes, y es entonces cuando alcanzan sus dones los que lo merecen.
Aun cuando allá en la misteriosa oscuridad se te haya dado un signo funesto, y sea mala la suerte y destino que te ha sido asignado, y bajo el cual has llegado a esta vida, con esa acción tuya se hará bueno, se enderezará, lo trastocará el Dueño del universo.
Y durante la noche mantente en vela. Levántate presto, extiende tus manos, desperézate: lava tu cara, lava tus manos, lava tu boca. Toma presto la escoba y ponte a barrer.
No des gusto a la cama; no te sientas a gusto en tu calor, sino que debes tomar primeramente el incensario: no lo omitas. Con él se obtienen dones, se logra la piedad de nuestro Señor.
Y hecho todo eso, ¿qué más hay que hacer? ¿A qué mujeril oficio habrás de dedicarte?
¿No será a la preparación de las bebidas? ¿A la molienda en el metate? ¿Al huso y al telar?
Ve con atención cómo quedan, cómo se preparan, cómo se hacen las comidas y las bebidas, lo que ha de comerse. Tales son aquellas comidas que se llaman comidas de los reyes, que son cosas de ellos solos y atributo propio de ellos. Es la razón de nombrarse comidas reales, bebidas reales, comidas de príncipes, y son bebidas hechas con mucho esmero, comidas hechas con mucha diligencia.
Ve todo con atención para que veas cómo todo resulte perfecto.
Si haces tal cosa, vivirás segura y tendrás gran estimación.
Y aun tendrás una nueva ventaja: bien pudiera ser que el Señor te señalara una pobreza suma y te veas en necesidad. Entonces, aplícate a un oficio muy de mujeres: al huso y el telar. Ábrete a ver en qué forma se hace la labor de la pluma y del bordado, el recamado de las telas, su tintura, el entreverar hilos de diversos colores, y la forma en que estas cosas hacen las sirvientas, las señoras y las mismas Princesas. Y ver bien cómo se combinan los hilos largos y cómo se ponen los cabezales.

Pon atento ojo, abre bien tus ojos, no pienses a lo loco, no te des la vanidad y deja de ser negligente.
Este es el tiempo oportuno, este es el buen tiempo. Eres ahora una esmeralda y es un zafiro tu corazón. Íntegro está aún, nada lo afea; puro está, nada lo tuerce; está entero, bien logrado y nada tiene que lo contamine.
Y estamos vivos aún tus también tus padres, nosotros que hemos tenido tan grande estimación para ti, y que somos medios para que el mundo perdure.
Dirás tú: ¿Para qué nacería yo, para qué me han dado el ser?
Obra maestra fue, nosotros te pusimos en penas, pero este es el medio por el cual perdura el mundo.
Y estamos aquí, en tanto que no llegue la mano del Señor con su piedra, y aún no hemos muerto, ni hemos desaparecido.
Ya lo oíste y lo sabes, hija mía, paloma mía, pequeña mía.
Ahora bien, cuando hayamos muerto, cuando hayamos desaparecido, y nos haya ocultado el Señor, tendrás que vivir al amparo de otras personas. No será ni es tu suerte y destino vender legumbres en el mercado, ni leños, ni sartas de chiles, trozos de sal o polvo de salitre por esas puertas y esquinas, porque eres de noble linaje.


Y aquí está otra cosa que mucho te recomiendo y con que te grito aún:
Criatura mía, hijita mía:
Sé sumamente discreta, no eches mancha a la grandeza y memoria de nuestros mayores, ni sean por tu causa motivo de burla. No arrojes polvo y basura sobre su memoria y su historia.
Por nada de este mundo les des afrentas: no te entregues a una vida de disolución, a vida de cosas asquerosas y sucias, ni te sientas feliz con la basura. Y si no retornas de tu mala vida, ¿acaso te harás como una diosa? ¡Más valdría que murieras!
Y ahora otra cosa más:
Mucha calma, mucha tranquilidad: si alguno se fija en ti y así le plazca a nuestro Señor y alguno habla tocante a ti, no le desdeñes, no le des con el pie, porque ésa es la disposición de nuestro Señor. Acógelo, no te hagas a un lado, no pases dos y tres veces, haciendo la retraída.

Claro es que nosotros somos dueños de la hija, y tú naciste de noble progenie, pero no por eso te envanezcas, ni ofendas a nuestro Señor, que te echará al polvo y a la basura, a la vida de disolución. Y él se sentirá el valioso y el dominador.
En este punto, no te portes como la que en el mercado anda de cambalachera, tratando con una y con otra, o como la que en tiempo de verde anda escogiendo entre cosa y cosa. No andes con ansia loca en pos de nadie. No vaya a suceder que el escogido por nuestro Señor, al cual tú rechazaste y le diste el puntapié se burle de ti y haga mofa de ti y vengas a parar en mujer de la calle.
¡No: ponte en vela! Ve bien que no tu enemigo goce de ti. No te entregues al que va de paso, ni al forastero, al que anda a caza de placeres, al de vida disoluta.
Tampoco sean dos o tres los que te traten. Ni que conozcan tu cara, ni tu cabeza en son de burla esos que han visto.
Uno solo unido a ti y hasta el fin.
Y eso sí, no lo abandones; apriétate y cuélgate a él. No importa que sea un pobre caballero Águila, un pobre Tigre, y aunque sea pobre de los últimos, y un pobretón que apenas tiene para vivir: no lo desdeñes, ni lo hagas menos.
Y que os vea con atención y dé fortaleza aquél que cría y hace a los hombres.
Es lo que te digo yo y es todo lo que pongo a tus ojos para cumplir con mi deber, ante la mirada de nuestro Señor.
Ahora puede ser que tú lo arrojes por allí, como basura: tú lo sabes: yo cumplo con mi obligación.
Hija mía, criatura mía, que nuestro Señor te haga feliz y te prospere.


EDUCACIÓN SEXUAL AL HIJO

Óyeme, por favor, hijo mío, varoncito mío estas mis palabras; guárdalas en lo más intimo de tu corazón, escríbelas allí. Palabras son y sentencias que nos dejaron nuestros mayores, los viejos y viejas que antes de nosotros vivieron y vieron, admiraron y consideraron las cosas de esta vida humana. Es lo que nos trasmiten los Discursos de los Ancianos, tradición y tesoro y reserva de su saber.
Dicen pues:
Una vida pura, un corazón que no está lacrado, ni tiene tilde ni mota, es similar a tina esmeralda y a un zafiro perfectamente labrados. No hay sombra ni hay mancha.
Los que viven vida casta, cual zafiro y cual esmeralda reverberan ante el Señor; son cual plumaje de quetzal, muy verde y muy airoso, bien enhiesto y arqueado. Esos son los de buen corazón y alma limpia.

Y favor de oír más:
Fueron dejando dicho los viejos y viejas:
Los niños y jovencitos son muy amigos y muy amados del Dueño del mundo, al par que las jovencitas. Viven a su lado, él los ve como amigos, a su lado gozan.
Y es ésta la causa y razón de por qué los antiguos que entienden bien las cosas de culto y moderación por su vida de devota servidumbre con el incienso y con la oración, dan la firmeza y confianza a jovencitos y jovencitas para que bien vivan.
Los ancianos a los que educan los despiertan, les hacen grato el sueño. Los desnudan, los rocían con agua. Y ellos van a barrer, a ofrendar su fuego e incienso y si son mujeres, a limpiar la boca a los dioses.
Es entonces cuando el Dueño del mundo los oye, recibe su llanto, su devoción, sus suspiros, sus plegarias.
Y se dice muy bien los de “buen corazón”, porque nada hay que a ellos se asemeje: puros, perfectos, completos, cual un jade y cual una turquesa. Y dice el dicho: "Por ellos la tierra dura y ellos aplacan a los dioses".
También están los sacerdotes y los ministros que tienen vida casta y los penitentes de limpio corazón recto, bueno, amable, purificado. Con una vida sin tacha, sin sombra y sin polvo alguno. Y ellos van al Dueño del mundo y ofrendan sus inciensos y hacen oración y plegarias.
Y siguen los hombres viejos, sabios, conocedores de los libros, muy amados por su casto corazón.
Ya no ven, ya no les place el polvo y la basura. Y por eso los reconoce, los busca y los ama y con ellos se comunica cada uno de los dioses.

Al que se conserva en integridad o muere en la guerra, viene a hablarle, viene a llamarlo el Sol. Muy cerca, muy al lado del Sol va a vivir; lo va siguiendo como a su capitán, le va dando vítores, lo agasaja y en todo tiempo está feliz y alegre. Es dichoso, anda chupando la miel de muy variadas flores, fragantes, gratas, bellas. Nada hay en él que le turbe el corazón. Y de veras vive en la Casa del Sol, lugar de dicha y de felicidad.
Y según se dice, un muerto así, joven y limpio, adolescente, que fije a morir a Huexotzinco, de nombre Mixcóatl, tuvo este canto que se le entona aún:
Oh, Mixcóatl eres digno de cantos, vivirás para siempre en la tierra; vivirás al son de los atabales; darás gran placer a. los reyes, y habrán de verte tus amigos.
Y sigue la respuesta de este efusivo aliento con que se celebraba a Mixcóatl:
Tu corazón semeja un puñado de zafiros, y tú lo ofrendas y dedicas al Sol: ¡aún brotarás y nuevamente habrás de florecer en la tierra, y has de vivir al son de los tambores. En Huexotzinco darás deleite a los príncipes, y habrán de verte tus amigos.
Y en cuanto a los niñitos que no probaron las cosas de este mundo se vuelven esmeraldas y no van a los lugares tenebrosos de la muerte y el terror, donde el aire hiende las carnes y las corta, y es helado en suma intensidad. Ellos van a la casa del Señor de la Vida, y viven allí junto a su fuente: chupan miel en las flores del sol y viven al lado del Árbol de nuestro sustento, y en sus flores chupan la miel.

Y ahora, hijo, oye en qué forma tienes que vivir:
No desees polvo y basura no te complazcas en lo que mancha, lo que ensucia y perjudica, lo que acarrea mortífera influencia.
Cierto es y debes saberlo. Para que el mundo prosiga es necesaria la unión de la mujer y el varón. Es lo que dejó estatuido el Dueño del universo. Y tú vas a descubrirlo.
Pero no por eso te arrojes, como perro al alimento que con toda prisa traga. No te dejes arrastrar de la carnal deleitación.
Tienes que cobrar mayores bríos masculinos. Tienes que robustecer tu fuerza varonil, y tienes que llegar al desarrollo pleno y total.
Eres como un maguey: tienes que echar tu vástago cuando maduro estés. Y eso te hará tener varonía y fuerza marital y tus hijos serán robustos fuertes, potentes, bien labrados, hermosos, bien hechos, y qué lindos.
Y así, éntrale a la vida mundana, vida de sexo, y serás robusto, despierto, activo.
Ahora supón que te abalanzas a la vida de la carne, sin ton ni son, y desaforadamente, y te pones a ensayar toda clase de tretas en esa materia, ¿qué pasará?
Decían los viejos:
Se le corta el crecimiento; será un enclenque, una lengua blanca, de boca hinchada, de boca abotagada; todo el día moqueando, descolorido, pálido, y con larga fluxión nasal que llega a la tierra. Y luego, encorvado, paso a pasito por la calle, un tembeleque, un tullido, un jorobadillo infeliz, y si alcanzas por fortuna a vivir un poco en este mundo, serás un vejezuelo infeliz, sin ninguna importancia.

Un maguey que se raspa deja de manar. Y también el hombre deja- de dar lo que da el varón. Ya nada dice, ya nada hace a su consorte de lecho: ella sentirá repulsión por ti, te verá: con asco porque la estás matando de hambre. Y es cuando a ella se le despierta y se le enardece el placer que tú tenias que darle, pero tú ya acabaste, ya estás agotado, ya no puedes satisfacerla y ella hará por buscar en otra parte el sustituto: parará en adúltera y te será infiel. Antes de tiempo eres un hombre agotado y consumido.
Oye algo más:
Aunque en buen tiempo hayas llegado a la plenitud de tu potencia varonil, no por eso te apresures a acabar con ella. Verdad es que debes tratar y hacer uso del cuerpo de tu mujer, como que es cosa tuya y parte de ti mismo, pero no te des zampadas como si fueras un muerto de hambre, no te hartes de prisa. Es decir, no te des con afán excesivo, ni te agotes en esa porquería. Mesura, medidas calma, eso se requiere para hacerlo. Y si tal haces, qué gustoso quedarás y cómo lo saborearás. De otro modo tú mismo te matas o te causas perjuicios.

Decían los viejos:
No hay que ser como el maguey que lo raspan mucho, Ni como manta lavada y muy exprimida cuando está empapada. Se restira, se aprieta y muy pronto queda enjuta y sin jugo: eso serias tú en las cosas de la carne. Un hombre inútil, sin valor para nada: encorvado, tullido, enclenque, con el moco colgando y casi en cuatro patas, sin sentido y sin fuerza.
Oye y mira lo que pasó una vez.
Apresaron y encarcelaron a un hombre. Viejo era ya, con cabeza cana, y se le acusó de haber cometido un adulterio. Le preguntaron:
- ¿Pues qué, todavía le place el carnal deleite de la mujer?
Dijo él:
- Ahora más; cuando mayor urgencia siento. Que en mi mocedad y juventud nunca supe de mujer y no tuve experiencias de esa clase, y ahora maduro y viejo es cuando tengo la urgencia. Y me doy al placer de este mundo.

Y ahora va otra historia: tenla presente y no la olvides:
En tiempo del señor Nezahualcóyotl, dos viejecillas de cabeza cana más que la nieve, ya con fibra de maguey su cabeza. fueron llevadas a la cárcel, porque habían sido adúlteras e infieles a sus maridos.
Ellos eran viejos ya. Y ellas buscaron unos muchachones servidores del templo para darse gusto, y hacer lo que intentaban.
El Tlatoani Nezahualcóyotl les preguntó:
- Abuelitas, ¿qué piensan? ¿Todavía andan en deseos mundanales? ¿No se han saciado sus ansias? ¿Y qué sería cuando eran jóvenes? Díganlo y luego. Para eso están aquí.
Y respondieron las viejas:
-Señor y amo nuestro: oye y atiende. Vosotros los varones os aflojáis muy pronto, os cansáis y gastáis. Todo se acaba y ya no hay deseo de nada. Pero nosotras las mujeres no nos aflojamos: una cueva, un abismo hay en nosotras. Está en espera de su dádiva y quiere su don. Recibe lo que le dan.
Y más ahora: si ya estás amortecido, si ya no puedes despertar a la acción, ¿qué harás?
Entonces, en final, hijo mío, vive en cordura y discreción y calma y quietud: nada de sucio y feo haya en tu vida.

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