martes, 28 de mayo de 2013

SACRIFICIOS EN TEHUACÁN, COXCATLÁN Y TEOTITLÁN ANTIGUOS

Los antiguos habitantes de éstos pueblos, al igual que en otros lugares de mesoamérica tenían la costumbre de ofrecer sangre a los dioses, incluso la propia. La manera de hacerlo era mediante punciones en la punta de la lengua o en lo alto de las orejas usando navajas de obsidiana o puntas de maguey. Por el agujero practicado solían hacerse pasar cañas y pajuelas tan anchas como dedos de la mano. La sangre que brotaba era recogida en papel (amatl) y de éste modo era ofrecida delante de los ídolos.
En éstas provincias se libraban cruentas guerras por ser frontera con otros reinos y se hacían crueles sacrificios de cautivos y esclavos. Ver: piedra gladiatoria del cerro colorado.
Sacrificio azteca

Los tlamacazques o estudiantes del sacerdocio llevaban a cabo un sacrificio extremo*: por medio de una navaja abrían un agujero en la piel del pene y por ahí pasaban una cuerda tan gruesa como la muñeca del brazo y de una longitud según la devoción del penitente; podía ser de diez a veinte varas**. Si alguno desmayaba en el suplicio, se decía de él que su flaqueza era por haber pecado estando secretamente con alguna mujer. Era ésta una dura prueba de virginidad para los mancebos casaderos. La demás gente del pueblo se sangraba de las orejas, brazos y lengua. La gente muy devota incluso tenían la lengua y las orejas con borde aserrado por tantas sangrías practicadas..

Cada año los sacerdotes y la gente pueblo practicaba un ayuno que duraba ochenta días como la llamada panquezalizthi de México *** , en el cual la gente llegaba a enfermar e incluso moría. Había otros ayunos que duraban diez, veinte o cuarenta días los cuales practicaban previamente a la celebración de sus fiestas dedicadas a sus dioses.

En Tehuacán se llevaban a cabo ayunos rituales**** a manos de cuatro sacerdotes, los cuales eran renovados al término de un periodo de cuatro años. Los mancebos escogidos para tal adoración debían llevar una vida austera durante los cuatro años. Se les daba solo una manta (maxtil o maxtlatl) que les cubría lo absolutamente necesario y debía protegerles contra las inclemencias del tiempo. Dormían en la tierra con una piedra como almohada.
Ayunaban los cuatro años absteniéndose de comer más que una tortilla y atole de maíz al mediodía, restricción que se les levantaba cada veinte días, pudiendo entonces comer de todo cuanto gustasen antes de retornar a su severo ayuno.
Se ocupaban en hacer oración, entonar cantares, ofrendar su sangre e incensar cuatro veces durante la noche. Mientras dos de ellos podían dormir, los otros dos velaban haciendo su labor. También se abstenían de tener contacto carnal con mujeres; de quebrantar éste mandato, el flagrante era sometido a juicio popular, y de ser hallado culpable, era muerto a garrotazos, quemado, y sus cenizas eran arrojadas al viento para borrar la memoria del aborrecible quebrantador de la ley.
Tzompantli

La principal función de éstos sacerdotes consagrados era contactar a los dioses para recibir consejo respecto a los asuntos que concernían a la vida práctica y espiritual del pueblo, muy dado a creer en los agüeros y premoniciones.

A los prisioneros de guerra los sacrificaban y decapitaban. Desollaban las cabezas, y las pieles con todo y cabellos eran secadas, curadas y guardadas. Las calaveras eran clavadas por las sienes en tzompantlis y exhibidas a un lado de los templos. Podían llegar a contarse por cientos de calaveras en cada tzompalntli, y eran consideradas trofeos de guerra y muestra de entrega y devoción a sus dioses..

Cuando había alguna fiesta y había que bailar, en el tianguis se apostaban pintores y pintoras que decoraban los rostros, brazos y piernas de los participantes. Se decoraban de muchas maneras de acuerdo al caso; también se pintaban para salir a pelear cuando había guerra.

Detrás de los principales templos había habitaciones destinadas para mujeres en su mayoría vírgenes escogidas por su honestidad y destinadas a ayunar, a limpiar y mantener los templos por uno o varios años según su personal elección; pero también había mujeres mayores que escogían acabar sus días ahí. También se ocupaban en hilar y tejer utensilios para el templo. Si alguna de éstas mujeres reía con algún varón le daban fuerte castigo; si le llegaban a conocer contacto carnal, daban muerte a ambos amantes.
Ellas solían barrer las partes bajas del templo, mientras los ministros se ocupaban de las partes altas, labor que era llevada a cabo con plumajes ricos, y sin dar jamás la espalda a los ídolos.

* No aclara si quienes hacían ésta ritual eran solo los jóvenes aspirantes a sacerdotes, los estudiantes del
    calmecac, o todos o algunos mancebos que quería casarse. Hay muchos puntos oscuros en los relatos
    de la época.
** Una vara medía entre 83 y 90 cm
***  México, Tenochtitlán
****  Seguramente se trata de los rituales que se hacían en la cueva sur del cerro colorado

Fuente: Historia de los Indios de la Nueva España. Fray Toribio de Motolinía. Cap. 9 :103 a 109

No hay comentarios:

Publicar un comentario